Proclamas, manifiestos, declaraciones, gritos, susurros: todos, todos los movimientos, partidos de izquierda, alternativos y alternados, reclamándose partidarios de la unidad. ¿Pero qué es lo que se entiende por “unidad”? ¿Si todos la quieren, por qué no la abrazan? Busco en el diccionario de sinónimos: “unir” equivale a mezclar, fusionar, reunir, acercar, vincular… entre otros significados.
Me llega un correo electrónico: un movimiento social propone “un encuentro para analizar la posible confluencia hacia una candidatura de unidad, ya sea rupturista o alternativa (¿?), con otros grupos, para lo que se precisa tener el programa claro y analizar si hay líneas rojas que impliquen el abandono del proyecto”. Lenguaje común a numerosos proyectos y propuestas de unión, que van y vienen.
¿Qué pasa? Más allá de la consustancial escasez de medios, ¿cómo es posible que no se avance en la unidad de la izquierda, aunque sea a rebufo, siguiendo la estela de recortes e injusticias que no tiene pinta de terminarse? Mientras tanto, la derecha, con los ámbitos financieros, mediático y político en comunión perfecta, navegan con el viento de la crisis a favor, hacia la renovación de las promesas incumplidas.
Releo el correo citado. En él aparecen algunas de las razones de la falta de concreción de algo que, a priori, es asumido por una gran mayoría. La primera, el futuro asistente a un encuentro de confluencia es un movimiento social que, al dar el salto hacia el ámbito político, se encuentra con que la desconfianza y el recelo aparecen entre sus militantes. Son muchos años de desencuentros, de programas erráticos, de acuerdos anti natura, los que provocan que los movimientos sociales acudan al encuentro con la piel muy fina y la mirada de reojo a sus afiliados que se agitan inquietos. Y más aún: También entre los partidos candidatos a figurar en el teórico frente común existen recelos y agravios históricos. ¡Cuántos militantes de uno no han salido (dolorosamente) de otro!
Sigo con el mencionado correo ante mis ojos. “Hay que llevar bien definidos el programa y las líneas rojas”. A mi entender, aquí reside posiblemente el gran impedimento a una efectiva acción en común. Veámoslo con mayor detalle:
Flexibilidad: Generalmente, los participantes en el encuentro preliminar, de aproximación y tanteo, pertenecen a grupos de carácter asambleario, o al menos así se proclaman. Lo que podría ser un elemento amalgamador por la cercanía de sus bases y las prácticas similares, se convierte en un impedimento, ya que los delegados asistentes acostumbran a tener poco margen de maniobra.
Amplitud: Son grupos ya formados, que presentan un programa amplio al considerarse en la imperiosa necesidad de hacerlo, a pesar de que a menudo la precaria estructura impide un análisis en profundidad y un posicionamiento estratégico consensuado en cada uno de los puntos. Así que cuantos más hay a contrastar, mayor es el riesgo de discrepancias, de pisar líneas y callos, por rojos que sean.
Objetivo: En definitiva, lo que se pretende es conseguir una fuerza política, fruto de la unión, la confluencia o lo que sea, suficientemente atractiva como para alcanzar un resultado electoral que permita actuaciones posteriores a favor de las reivindicaciones acordadas. Pero cualquier actuación democrática pasa por la negociación, y más dependiendo del número de votos/escaños alcanzados, (a menos que se pueda imaginar una mayoría absoluta de la eventual alianza, y no digamos de Podemos, GuanyemBarcelona, la CUP o Izquierda Unida, en solitario en cualquiera de los ámbitos dónde se plantee la confluencia). Dado que ello por ahora se ve difícil, en el aire está la sospecha de que la intransigencia social puede verse diluida en los debates en las Cortes, los parlamentos autonómicos o los plenos municipales, factor que enfría a las bases y congela la negociación de sus representantes.
Así pues, ¿qué hacer? Si los cuellos de botella son, entre otros, la flexibilidad, la amplitud o la idiosincrasia de los grupos, vayamos a la base, centrémonos en lo obvio. Quizá acotando el campo consolidemos el objetivo. Volvamos a los sinónimos del verbo “unir”:
Acerquémonos a los grupos monográficos, las mareas o la PAH por ejemplo. Más cercanos a los afectados, muchos de ellos mismos militantes de dichos movimientos; seleccionemos las reivindicaciones más evidentes e inmediatas, y que sean ellos quienes den forma a la reivindicación.
Reunámonos a quienes sintonizan con la misma, para hablar sólo de ella y no de programas multisectoriales que, aunque similares, pueden devenir excusa de ruptura.
Vinculemos a los que lo acepten (ya sean movimientos sociales o partidos), a actos comunes, dónde el protagonista sea la reivindicación y no el ponente. Ello haría visible ya la viabilidad de una posible confluencia, llegando a un público mucho más amplio que las propias bases.
Hecho lo anterior con cada una de las exigencias puntuales, y determinadas las que suman más consensos, mezclémoslas en un programa común de mínimos.
Y, acercándose unos comicios, fusionémoslo en una candidatura común, sacrificando protagonismos a favor de las reivindicaciones, verdaderas protagonistas y referencia para los futuros votantes.
¿Para cuándo un meeting en el que Ada Colau, Alberto Garzón, Teresa Forcadas, Juantxo Uralde, Juan Carlos Monedero, (y otros, evidentemente), así como representantes de la marea blanca, hablen sobre la Sanidad que se precisa? Sólo de la Sanidad, y con una reivindicaciones similares entre todos. ¿Podría seguir un documento de acuerdo? ¿Imaginamos el efecto en los asistentes y la repercusión en los medios?
NOTA: Aquí acaba este sueño. Pero también podría ser al revés, objeto del próximo artículo. ¿Podría ser un gran paraguas común el aglutinante, independientemente de la vestimenta de los que se cobijen debajo? ¿Podría ser la demanda única, firme, inquebrantable, de un Proceso Constituyente, una bandera común?¿Serviría también la demanda de Dignidad, que agrupó a movimientos y algunos partidos, hasta el número esperanzador de unos trescientos? Pensemos en ello, mientras, lo dejo aquí para dar tiempo a hacerlo.
Antoni Cisteró