
Desde entonces, al Manifiesto Convocatoria Cívica venimos sumándonos cientos de personas, pero bien estimamos que podemos llegar a ser cientos de miles, pues no creo errar al estimar que somos cientos de miles los ciudadanos que no estamos dispuestos a resignarnos ante todo lo que nos está pasando, los que nos sentimos identificados con lo escrito en el Manifiesto que hemos firmado; los que creemos que hay otro camino, otras alternativas, cuya adopción permitiría superar la frustración ante el bloqueo económico y la degeneración de nuestra vida política.
Mas no teman, no se lo voy a contar yo. No estoy, no creo serlo, proselitista de nada ni, y aún menos, mesiánico. Sencillamente, a veces, cuando leo cosas que me esperanzan, con las que puedo estar de acuerdo en un elevado porcentaje, en cuyo contenido siento reflejadas muchas de mis inquietudes políticas –tampoco en todas, conste- lo comparto porque creo que merece la pena ser leído en su totalidad, al margen, incluso, de la propia opinión o del ajeno juicio que se tenga de alguno o algunos de sus promotores públicos.
Hablo de leerlo con mayoría de edad, en condición de ciudadano, sin prejuicios de intérpretes más neutrales que independientes, cuando no polivalentes. Hablo de la búsqueda de denominadores comunes, de puntos de encuentro y, si es caso, de participación en lo común, de acción libre, crítica, individual y colectiva, de una nueva concepción política de la acción ciudadana. Hablo de un acto individual, leer, escuchar a los otros; hablo de reflexionar, hablo de decidir, hablo de posicionamiento y compromiso ciudadano. Léalo. Y fírmelo, o no, eso es lo de menos. No es dogma de fe ni patente de nada. Es obra colectiva y humana.
Pero no lo lea: si no siente en usted la cualidad y derecho de ciudadano; si con votar, o no, periódicamente da por cedida completamente su soberanía; si prefiere ser objeto que sujeto de las políticas que le afectan; en definitiva, si asume voluntariamente la condición de vasallo o súbdito –hay quien lo hace-; si voluntariamente renuncia a su condición de ciudadano.
No malinterprete nadie, aviesamente, que estoy diciendo que quien no coincida conmigo no sea tan ciudadano como yo. Nadie se pase de listo o malintencionado.
Yo, por si fuera o fuese caso, aquí se lo dejo de nuevo. Decida cada cual.
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