-A ver, apretaros hacia el centro… No, algo a la izquierda… Sí, así. Ahora quietos, vamos a hacer la foto.

Tiempo de elecciones, de fotos, muecas, guiños y posturicas. Buscando el centro, aquello que es solo un punto en el que nadie cabe. O los extremos, al borde del abismo, empujándose y a la vez agarrándose unos a otros para no caer en él. Es su labor; la cabra tira al monte. Ahora vendrán los agravios, los reproches, los tu-más. Es parte del oficio, tanto el emitirlos como el encajarlos. Y a un lado, no en el centro de la discusión, sino como pedruscos arrojadizos de usar y tirar: la educación, la sanidad, la precariedad laboral, la independencia de la justicia, la miseria galopante, la historia, ¡ah, la memoria!, el desprecio por la ciudadanía más allá de su función votante.

Pero hoy, mañana, el 26, el 27, el 28 de junio, y en julio, y en octubre, y en 2017, 2018… se seguirán degradando la educación, la sanidad, la precariedad laboral, la independencia de la justicia, y consolidándose la miseria galopante o el olvido de fechorías repetidas hasta ser consentidas por habituales. Los caballos de los unos (y los otros) seguirán arruinando la hierba ¿Cómo invertir el sentido de la espiral descendente en la que vivimos?

Hace un año, en algunos ayuntamientos ganaron izquierdas de cambio. Precariamente, pero ganaron. Y enseguida a las Adas y a las Manuelas les empezaron a crecer los enanos, porque enana era la nómina de sus concejales. Y los colectivos que les apoyaron empezaron a tildar su actividad de tibia, de escasa, de poco ambiciosa. Este no es un artículo en defensa de las señoras Colau o Carmena, a quienes admiro sinceramente. Este es un artículo para poner a cada uno en su sitio. El del político en el regateo diario, en los apoyos variables, fluctuantes y difícilmente sólidos y fieles; el del activista social que siempre ha de pedir más, pero reflexionando sobre qué se hizo mal para que el resultado electoral fuera tan escaso a favor de sus reivindicaciones.

Sí, reflexión y acción. El 27, el 28, en julio, octubre, 2017, 2018, se precisará de una acción más amplia, más profunda, más consistente, para volver hacer crecer la hierba dónde ha estado pisando la derecha. Los resultados del 2015 fueron esperanzadores, pero solo eso. No se puede estar gastando energía en la crítica continua a los resultados a medias, cuando una buena parte de ello se debe a la pírrica victoria que se obtuvo, quizá por falta de decisión en el apoyo social.

Si volvemos a votar en las generales, es posible que consigamos apartar, algo, el ala política de esta derecha de codicia insaciable. En parte. Se habrá apartado a Atila, pero Othar, su caballo, seguirá galopando, y pisando, y quedándose con la hierba segada. Aun si las derechas pasan a ser minoría en el Congreso, la CEOE, la FAES, la Conferencia Episcopal, la banca, el IBEX 35, seguirán ahí y no cambiarán su hoja de ruta (fonéticamente tan parecida a otras afirmaciones) por lo que diga una izquierda, la que sea, desde su insuficiente mayoría. También seguirá firme la tela de araña de corruptelas y clientelismos locales, una verdadera y execrable estructura de Estado. Así que tocan cuatro años más de trabajo frente a depredadores, timadores, arrogantes asociales, para proteger la sanidad, la educación, el trabajo digno, la dignidad de todos, la igualdad de las mujeres, la memoria histórica, y tantas, tantas otras cosas. No quedará tiempo, no debiera, para ver si el capítulo 3 del decreto 4 es puro y cristalino.

En campaña, oiremos prostituir de nuevo la frase “¡Ahora o nunca!”, apta para los partidos en liza, pero no para los colectivos reivindicativos que debieran mantenerse en el “¡Ahora y siempre!”. Así que: ¡manos a la obra, desde hoy y sin límite de tiempo!