Escribo esto a raíz del artículo “Cumplir con el deber de olvidar” de David Rieff. Entiendo que la presentación de su libro Elogio del olvido merezca un artículo en IDEAS En efecto, Rieff empieza preguntando: “¿qué ocurre si la memoria histórica colectiva, tal como la emplean las comunidades y las naciones, ha conducido demasiadas veces a la guerra más que a la paz, al rencor y al resentimiento…?” No es difícil responder que la memoria histórica “honesta”, hubiera podido evitar también tales guerras, rencores y resentimientos. He escrito “honesta”, parámetro que para Rieff parece casi inexistente. Califica a la MH de arma de los nacionalismos, que malintencionadamente la tergiversan y amañan en aras de alentar sus movilizaciones. Convencido de ello, afirma: “dadas las tendencias agresivas de la humanidad, es posible como mínimo que el olvido, a pesar de todos los sacrificios que impone, sea la única respuesta prudente”. Respuesta: ¿Es conveniente no recordar precisamente esas tendencias agresivas que han asolado tan frecuentemente la humanidad, en pos de beneficios espurios de una minoría? ¿No es preciso saber cómo son los huevos de la serpiente, antes de que ésta nos asfixie? Pero la falacia va más allá. ¿Podemos olvidar a voluntad? No hay un mecanismo mediante el cual los recuerdos propios o las informaciones recibidas de otros, puedan borrarse intencionadamente de la memoria. Los olvidamos, sí, pero a menudo a nuestro pesar. Y tiempo después, al calor de alguna emoción, de alguna sensación, sin saber cómo, regresan. No podemos olvidar por decreto. Podemos silenciar, eso sí, pero ello provocará una degradación del recuerdo, que se irá sosteniendo con los alfileres de informaciones sesgadas o directamente falseadas. Pero lo que Rieff llama olvido, por lo que deduzco de su artículo, tiene más a ver con la imposición del silencio que con la memoria en sí. Pero afortunadamente el silencio sólo será parcialmente eficaz, dado que el hecho del pasado está ahí, existe y existirá siempre. Sólo un silencio impuesto logrará, quizás, relegarlo, por un tiempo, al rincón de lo que está en desuso. Tuve la oportunidad de comentar el mismo problema con Jorge Semprún, en un encuentro sobre memoria en Cotllioure, Francia. Su libro La escritura o la vida, afirmaba que, para poder sobrevivir, había optado por el silencio, que él también llamaba olvido. ¿Cómo puede decirse que se ha olvidado algo sobre lo que se ha escrito un libro?, le objeté. Habla del recuerdo del olor y el humo que desprendía el crematorio de Buchenwald. ¿Lo había olvidado? No. ¿Había decidido no hablar de él? Eso decía, aunque lo dudo, a la vista del libro y de sus conferencias. Que Action Française o Vichy utilizaran la memoria de Juana de Arco, es una utilización partidista e interesada de la historia. Pero la solución no es borrar a la santa guerrera de los libros de historia, sino profundizar en el estudio de su biografía y contexto, desde todos los puntos de vista, por contradictorios que parezcan. La memoria no es sólo campos de concentración o hazañas bélicas, la memoria deja en nuestro interior, y en el de las sociedades, un poso, la percepción del flujo de la historia, los vientos que empujaron, o hundieron a distintos navegantes. Mirando honestamente la veleta, podremos tener alguna intuición de por dónde irán los derroteros del futuro inmediato. Y con ella, estaremos en disposición de tomar una actitud determinada ante hechos que a día de hoy solo intuimos. A nivel personal y, en cierto modo colectivo, es la emoción la que contribuye a fijar más o menos un hecho en la memoria. Comprendemos mejor el drama de Siria y sus refugiados, los que directa o indirectamente tenemos recuerdo de la Retirada de 1939 y quizá ello nos lleve a actuar en consecuencia. El autor rememora las masacres de Bosnia (1992-1995), que atribuye a la “incapacidad de olvidar”. ¿Cómo se hubiera conseguido? ¿Imponiéndolo en las escuelas, en las celebraciones, castigando al que mencionara algún hecho del pasado? No, no se puede olvidar a voluntad. Lo que sí se puede, o debiera, es exigir honestidad a los historiadores, políticos y medios de comunicación, en aras de una información ecuánime y abierta a actualizaciones y revisiones. Como autor de Fill de la memoria[1], novela que reflexiona sobre el fenómeno de la memoria, y después de más de cuatro años de trabajar en ella, quisiera afirmar que tan dañina es la historia contada parcial o sesgadamente, como la imposición de un silencio que, a su vez, sólo podrá ser también parcial y por lo tanto recortado en función de unos intereses concretos y no de la sociedad en su conjunto. Incluso en el caso de la Ley de Amnistía, lo que hizo fue salvar a unos presuntos asesinos de su pena, pero no borrar de la historia unos hechos deleznables. Las fosas siguen ahí, se hable o no de ellas. Sin memoria que detecte los trazos comunes entre el presente y el pasado, estaremos condenados a tropezar siempre en la misma piedra. Dice Stefan Zweig[2]: “Obedeciendo a una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos de una época. Por esta razón, no recuerdo cuando oí por primera vez el nombre de Adolf Hitler… el nombre de quién ha traído más calamidades al mundo que ningún otro de todos los tiempos”. No reconoció los huevos, los indicios cada vez más patentes, y la serpiente acabó con él. La solución no era, ni es, ocultarlos bajo el heno del silencio impuesto, donde se incubarían más y mejor. La memoria mantiene alerta a las nuevas generaciones sobre los distintos peligros que ha generado la historia. ¿No será la represión sufrida por el juez Garzón por haber pretendido romper el “pacto del olvido”, un indicio de que el cascarón vuelve, de nuevo, a resquebrajarse? [1] CISTERÓ, Antoni. Ed. Cossetània, Valls. 2017 (Hijo de la memoria, en vías de ser traducido al español y al francés) [2] ZWEIG, Stefan. El mundo de ayer. Acantilado. Barcelona 2002. Pág. 45 [1] RIEFF, David. “Cumplir con el deber de olvidar”. EL PAIS. IDEAS. 19.3.2017. Pág. 2
LA FALACIA DEL OLVIDO
[1] de El País, pero no que se base en una premisa falsa. Y más aún cuando su argumento viene acompañado de la reflexión de un neurocientífico, afirmando que el cerebro necesita olvidar tanto como recordar, ya que el juego entre el plano individual (el cerebro) y la sociedad (la memoria histórica) no es asimilable.
Que puede desear mas el asesino que se olviden sus crímenes o los hijos y nietos que viven en la opulencia por aquello ganado con esos asesinatos, de los cuales puede que no fueran participes, pero del cual viven desde la cuna.
Dinero manchado de sangre, que se siga escribiendo la historia en forma de una gran mentira que cubra tanta fortuna abonada con el sudor de esclavos y sangre de víctimas inocentes.
Nuestro sudor y la sangre de nuestros padres y abuelos que aun para nuestra Vergüenza siguen llenando las cunetas de nuestros caminos.
Me alegro que se haya contestado al artículo sobre el libro.Parece más que interesada su publicación pero está basado en premisas falsas.Sin memoria no somos nada.Incluso leí otro artículo en el que a personas que habían vivido situaciones traumáticas se les ofreció,un nuevo tratamiento para olvidar y no la aceptaron .Asumir el pasado,nos hace personas,nos hace humanos.
Me quedo anonado leyendo estas publicaciones, tan interesantes, que yo, con ellas, me considero una piltrafa al quedarme quieto, pensando, siempre pensando, que yo tenía que ser otra persona distinta, atrevida, osada, ¿ y por qué debería serlo ? bien lo sé. La verdad sé que yo me crié atemorizado.De pequeño, observaba y me daba cuenta perfectamente, que los niños de mi edad, les ponían los reyes magos muchos juguetes y a los huérfanos de guerra prácticamente nada. Yo pedía un tren porque mi padre había sido ferroviario, y los reyes magos no me hacían caso, un año y otro; unos de ellos, me trajeron una máquina de tren, eso decíamos » una máquina de tren » para distinguirla, por ejemplo, de una máquina de coser.Yo buscaba, día tras día, por la habitación, los vagones que había pedido junto a la máquina,No me imaginaba que los reyes diferenciaran a unos niños de otros,o que sus cartas estaban mejor escritas, o que las mismas las habían enviado con mayor antelación y por eso a mi no me llegaba el » tren de mi padre».Yo tardé en darme cuenta quienes eran los reyes, no hacía caso de los comentarios de alguno de los nños mayores que yo quienes eran los subsodichos reyes magos. La verdad es que no recuerdo haber escrito ninguna carta a los reyes magos, pienso que mi madre se habría encargado de escribirlas .
continuará.No tengo más espacio. Gracias por publicarlo.
Hola José Manuel
Si quieres enviar un texto mas largo puedes enviárnoslo a coordinacion@convocatoriacivica.es
Gracias y un saludo
Continuación, Fuí creciendo y pensando donde podría estar mi padre :¡ muerto! y por qué !
Tenía la esperanza que volviera. Y si volvía, siempre aparecía de noche, cuando estaba en la cama y a oscuras. Presentía que me acariciaba, que me quería llevar con él y yo le temía, me escondía entre la ropa, Nunca lo conté a nadie, ni siquiera a mi madre, ni a la abuela.
Con 83 años a mi espalda, persiste el recuerdo de mi padre, abuelo y un tío político asesinados injustamente. A la muerte de mi madre,yo me encontraba lejos de ella cuando ocurrió; murió sola, con los ojos abiertos, las monjas no se enteraron de su muerte, , no quería morirse sin verme y me vió cuando llegué al tanatorio lo único que pude hacer fué darle un beso muy fuerte en la frente que duró unos minutos y así continuaria más tiempo si no fuera que amistosamente me apartaron de ella. Bien sabe Dios, repito Dios, aunque muchas veces reniego de EL, que la quise con toda mi alma, ELLA, la pongo a la altura de Dios o de la VIRGEN, claro que sí,. ella también era huérfana de su padre y de su marido, mi padre.Las circunstancias, muy preocupantes de mi vida privada, y la distancia
me impidieron verla viva, nunca me avisaron que estaba enferma, a pesar de sus achaques no pensé que en cualquier momento podía morirse, qu siempre esperaría por mi a pesar de sus 96 años de edad tenía que haberlo previsto que podía suceder. Cuanto
lo lamento !, vivió toda la vida con su madre, excepto el tiempo que vivió con su marido e hijo, yo tenía 3 años y 7 meses de edad.
ESQUELA.: ELOINA FERNANDEZ BAYON, viuda de MANUEL RODRIGUEZ GARCIA,Hija de CELESTO FERNANDEZ PALACIO, hermano político JOSE DOMINGUEZ MENDEZ, todos ellos asesinados en San Esteban de Pravia (Asturias ) el 27 de octubre de 1937,quedando los crímenes impunes .
Todos ellos que descansen en paz. ¡viva lA MEMORIA HISTÓRICA y vivan las personas que se preocupan por ELLA, entre ellas el Sr GARZON al que yo admiro y me preocupó su situación personal . Si a el le sucedió lo que le sucedió y le sucede que no harán con un humilde servidor con sus estudios primarios y poco más. Siempre pienso que España no tiene remedio, murió el que murió, pero sigue vivo, dejó muchas raíces, mandan de una forma u otra pero mandan y nada más.Los apoya la Iglesia y nada más. A callar toca por muchos garzones que existan.-. . .
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