En una Europa donde todavía los estados-nación se diluyen, el auge de las ciudades-estado asoma nuevamente como en otras épocas de nuestra historia
El siglo XXI será por primera vez en la historia de la humanidad el siglo de la ciudad. Buena parte de la población de los estados vive ya en ciudades, y los intereses y necesidades de sus habitantes cada día difieren más de los del resto de sus compatriotas, convergiendo en cambio con los de los ciudadanos de otras ciudades del planeta y formando así una nueva sociedad global que comparte referentes culturales, sociales y económicos.
En una Europa donde todavía los estados-nación se diluyen, el auge de las ciudades estado asoma nuevamente como en otras épocas de nuestra historia, y bien pudiera ser que en un futuro no muy lejano la Europa de las naciones y de las regiones dé paso a una Europa de las ciudades, emulando las ligas de ciudades y burgos libres hanseáticos del medievo o las polis de la Antigüedad.
Con muchas reservas y una cierta desconfianza, cada vez más gobiernos municipales se abren a las demandas de mayor participación ciudadana
El estudio de estos referentes será de gran utilidad, dado que la población mundial es ya mayoritariamente urbana. En Europa, supera ya el 70% y va en aumento, por lo que esta circunstancia va a tomar en el siglo XXI un papel central en el desarrollo de las democracias occidentales y la gobernanza de nuestras ciudades. Así, poco a poco, la realidad mundial tiende cada vez más a configurarse en torno a una red mundial de ciudades cada vez más especializadas en algún sector económico global, conectadas entre ellas y en constante tensión con los gobiernos de sus respectivos estados-nación, generando ya dinámicas socioeconómicas propias.
Veamos algunas de ellas:
1. Cambio del paradigma Gobierno-ciudadano
Este salto de escala, del ámbito local al global sin pasar por el nacional, está creando nuevas lógicas de comportamiento en sus habitantes, que en consecuencia generan nuevas dinámicas socioeconómicas, y por tanto también políticas, y está obligando a reconfigurar la manera de pensar el mundo y de buscar referentes actuales (como Berlín, Ciudad de México, Singapur, Hong Kong, Macao, etc.) o históricos. Posiblemente, estas nos ayuden a intuir por dónde pueden ir los tiros en el futuro. El empoderamiento de la sociedad civil (agrupada en ‘lobbies’ económicos y sociales, gremios y asociaciones) ha sido siempre más rápido en entornos urbanos, que son, ‘per se’, ámbitos más limitados que el nacional y, por tanto, con una proyección más directa y eficaz.

Si bien todavía con muchas reservas y una cierta desconfianza, cada vez más gobiernos municipales se abren a las demandas de mayor participación ciudadana: será interesante ver adónde conducen esas dinámicas. ¿Decidiremos solo el nombre de las calles o un proyecto puntual de reforma urbana, o también la totalidad de las políticas de vivienda, movilidad, energía, etc… de nuestros ayuntamientos?
¿Quiénes y qué decidirán decidirán? ¿Deben (por ejemplo) la Cámara de Comercio, el colectivo LGTB o las asociaciones de vecinos e inquilinos tener voz y voto?
Al final de la Edad Media, en los burgos (ciudades libres autogobernadas), la sociedad civil y profesional se estructuró en torno a los gremios. Actualmente, ya vemos cómo el autogobierno urbano genera lógicas similares, que nos llevan a escuchar incluso a políticos de izquierda defender que las asociaciones de vecinos, comerciantes, colegios profesionales y otros ‘colectivos sociales’ puedan tener voz y voto en la toma de decisiones municipales, rompiendo el modelo de democracia liberal (una persona, un voto) y acercándonos a modelos de representación corporativista, más cercana al feudalismo medieval y a modelos de democracia orgánica, como ocurre en la City londinense y las ciudades estado asiáticas.
2. El auge y eficacia de las ciudades en las relaciones internacionales
La búsqueda de mejores condiciones de vida, la industrialización, las hambrunas y los conflictos políticos derivados de las anteriores han supuesto un enorme crecimiento de las ciudades en todo el mundo en el lapso de tres generaciones; desbordando en buena medida la capacidad de gestión de sus administraciones locales a la hora de reaccionar ante nuevas problemáticas de gran escala.
Algunos de estos problemas, como la falta de vivienda digna y la construcción espontánea de barrios chabolistas, fueron prácticamente atajados por los ayuntamientos europeos a lo largo del siglo XX, a través de programas urgentes de vivienda social, algo que se repite actualmente en otros países del mundo. Sin embargo, a día de hoy, esas mismas ciudades europeas se enfrentan a graves problemas derivados de aquellas soluciones de urgencia: enormes barrios de extrarradio donde abundan la exclusión social, delincuencia, terrorismo…
La búsqueda de mejores condiciones de vida ha supuesto un enorme crecimiento de las ciudades en todo el mundo en el lapso de tres generaciones
La puesta en común de nuevas problemáticas urbanas y la toma de decisiones conjuntas respecto a este y otros problemas como la movilidad, la segregación por renta y/o etnia y los conflictos entre comunidades, entre otros, están uniendo cada vez más los intereses y necesidades de los ciudadanos de ciudades de todo mundo.
Además, en los últimos años las ciudades se están mostrando herramientas cada vez más eficaces a la hora de resolver posiciones enfrentadas que los estados no son capaces. Un claro ejemplo de ello es la lucha frente al cambio climático: las ciudades son la principal fuente de contaminación del planeta y la incipiente diplomacia urbana está sirviendo para consensuar políticas públicas entre administraciones municipales de distintos países. La paradoja está en que en las ciudades ya vive buena parte de los ciudadanos de esos países y sin embargo en las negociaciones a nivel municipal los conflictos de intereses son muchísimo menores que a nivel estatal.
Publicado en ElConfidencial.com
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